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miércoles, diciembre 17, 2008

Sin Palabras.

Aunque parezca una paradoja en un blog que debe contener 365 palabras, creo que la mejor manera de resumir este año 2008 es con la expresión sin palabras.

Sin palabras me quedé este año en mi viaje para vagamundos.net de 7.500 km por carretera desde España hasta Sierra Leona al ver cómo África sigue siendo el continente del futuro, y, como dicen muchos observadores, “siempre lo será”.

Sin palabras me quedé cuando al regresar a España todo el mundo hablaba de la crisis, unos para negar su existencia y otros para usarla en su propio beneficio, sin que a unos ni a otros realmente les importe la realidad cruda y dura de las personas y las familias.

Sin palabras me quedé cuando le echaron la culpa de todo a las hipotecas “basura”, cuando la basura son los que las concedieron y especularon con ellas.

Sin palabras me quedé cuando a partir de setiembre el sistema económico mundial empezó a colapsarse, y los responsables del desaguisado fueron “premiados” con inyecciones multimillonarias de nuestro dinero para “refundar” el capitalismo.

Sin palabras volví a quedarme cuando, ya a nivel individual, algunos de los próceres mundiales de la economía se mostraron ante el mundo como lo que eran, unos chorizos y timadores que, nunca mejor dicho, habían montado sus negocios como una pirámide de naipes.

Sin palabras me quedo cuanto intento explicar a la gente agobiada por la crisis, que echa la culpa de todos sus males al gobierno, a los bancos, al sistema, etcétera, que el sistema somos todos, que esto no hubiera pasado si no nos hubiéramos vuelto locos pidiendo créditos para todo como si nunca hubiera que devolverlos.

Pero las palabras me vuelven cuando digo que otra vida es posible, que cuando dejé hace ocho años un puesto de trabajo en el que ganaba más que el presidente del gobierno y todo el mundo me tachó de loco, yo sabía que lo importante en la vida es buscar tu propio camino y que el dinero es más bien un obstáculo que una ayuda, y hoy, aunque ingreso diez veces menos, soy diez veces más feliz porque sé que “lo esencial no se ve con los ojos”.


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